En mi familia todas las mujeres saben de labores. Mi abuela el ganchillo, mi madre la confección, el macramé y los tapices, mi tía la confección y los inventos varios. Yo diría que todas han usado más las manos que la cabeza.
Me enseñaron a valorar la dignidad que proporciona el trabajo artesanal. La imaginación, el material y las manos. La necesidad y la utilidad. Mi abuela era como un William Morris de andar por casa. Las agradezco a todas sus influencias y enseñanzas.
Empecé haciendo mis pinitos con el macramé en una época en la que no podía concentrarme , a modo de terapia ocupacional y funcionó. Luego vinieron los broches, hice una exposición , fué divertido. Ahora me gustaría poder llevar a la tela algunas ideas y para ir entablando conversación con el material, decidí hacer bolsas para ir a la compra, aprovechando que las de plástico tenían los días contados.
En estos cuatro días ofreceré una pequeña muestra de algunas de estas conversaciones tejidas (bolsas, bolsos, camisas, broches y algo más).
Cosas sencillas, veraniegas, hechas con mis manos y mucho corazón. Estaré encantada de recibiros.